miércoles, 29 de junio de 2011

Apadrina un facha

Triste es de pedir, pero más triste es de robar. Este bien podría ser el nuevo eslogan de Intereconomía, que ni corta ni perezosa está haciendo una campaña solicitando donativos de los espectadores para “salvar” a este canal, adalid de la tolerancia, la ética periodística, el respeto y la educación. “Si creen que la libertad no tiene precio, apóyenos”, es el lema utilizado por la cadena, que se queja de la pérdida de audiencia por la resintonización de la TDT. Sólo les falta que se pongan en la calle con un cartel que diga "dame argo".

Los de la revista El Jueves, con su ingenio habitual, han creado unos billetes especiales que parodian a algunos de los personajes que aparecen con frecuencia en esta televisión tan ultra-hiper-mega-conservadora. Cómo no serán de conservadores que envasan los alimentos al vacío, después los envuelven en papel de aluminio, en film transparente y los guardan en un tupperware. Cualquier prevención es poca para que los virus judeomasónicos no infecten los excelentes productos que da nuestra madre patria.

La ‘contracampaña’ de El Jueves, que han bautizado “Salvemos Intereconomía”, y que invito a que le echéis un vistazo y participéis, se une a la de El Intermedio, programa en el que se mofan habitualmente de las astracanadas de la cadena del toro que enviste. El espacio que presenta El Gran Wyoming, se burla de la campaña recaudadora de Intereconomía con la contracampaña “Save the fachas”.

Yo, que sé lo que es pasar penurias económicas, comprendo perfectamente a Intereconomía. Por eso voy a hacerle a esta cadena una importante donación. Les dono sentido de humor a espuertas, que se ve que están bastante carentes, y grandes dosis de tolerancia y de educación, que también están muy faltos. Y si esto no es suficiente para que subsistan, que se fusionen con Telecinco, que allí la telebasura entra sin llamar.

lunes, 20 de junio de 2011

No me llames iluso por tener ilusión

Fuente: elmundo.es

La fe mueve montañas y la esperanza es lo último que se pierde. Por eso la gente volvió a salir ayer a la calle movida por un mismo y poderoso motor: la ilusión. Ilusión por cambiar las cosas, ilusión por luchar por lo que nos pertenece, ilusión porque la calle no se calle nunca más y nuestras voces, cargadas de razón y de sensatez, se escuchen y sean tenidas en cuenta de una vez por todas. 

Y es esa ilusión de cambio, ese creer que otro mundo es posible, ese hartazgo general el que ha provocado que cientos de miles de personas tomaran este domingo las calles y plazas de toda España para pedir DEMOCRACIA de verdad, con mayúsculas. Una vez ha prendido la mecha, el fuego se está expandiendo cada vez más. Y como rezaba una de las muchas pancartas que vi ayer: “cuando los de abajo se mueven, los de arriba se tambalean”.

Muchos pensarán que todo esto no va a servir de nada, que al final los que mandan van a seguir haciendo lo mismo. Tal vez sea así, pero ¿no es bonito intentar cambiar las cosas? ¿Acaso no merece la pena recordar el día de mañana todas estas semanas de movilizaciones y de lucha? Además, seguro que a más de un político todo esto le está haciendo reflexionar. Y si no es así, estamos peor de lo que creemos.

A mí particularmente me emociona mucho todo esto. Y me entusiasma escuchar a gente anónima dar lecciones de economía y de política, hablando con más coherencia y fundamentos que los que nos manejan. Recuerdo hace unas semanas a un señor de 88 años que quiso firmar la solicitud para el sobreseimiento de los detenidos en la manifestación del 15M. El hombre tenía parkinson pero con mucha paciencia logró estampar un extraño garabato en la hoja de firmas. Y aunque el sistema nervioso no lo tuviera muy bien, la cabeza le funcionaba perfectamente y hacía grandes razonamientos.

Este hombre, llamado Ramón, fue combatiente republicano y luchó por la democracia durante el franquismo. Además creo que dijo que formó parte del primer Ayuntamiento de Madrid. Recuerdo que hizo una reflexión que se me quedó grabada: “Ahora hay democracia, sí. Pero hay democracia para los que siempre la han tenido”. Para mí, sólo por cosas como esta, merece la pena todo lo que estamos haciendo.

miércoles, 15 de junio de 2011

Los hijos de la crisis

Llevamos mi señora esposa y un servidor desde hace ya tiempo dándole vueltas a la idea de tener un hijo. Pero claro, con los tiempos que corren eso de traer un niño al mundo puede estar hasta penado. Con la despensa familiar bajo mínimos, ser padre se me antoja muy difícil a día de hoy. Habrá que esperar tiempos mejores.

Aunque bien es verdad que eso de la paternidad me hace bastante ilusión, un niño supone muchos gastos, sobre todo porque tienen la extraña costumbre de comer todos los días. Y si un único sueldo ya nos viene bastante justito para los dos, no quiero ni pensar lo que habría que estirarlo si fueran tres las bocas que alimentar.

Pero quitándole un poco de seriedad y trascendencia al asunto, en estos tiempos que nos está tocando vivir se me ocurren algunos nombres con los que bautizar a los que podríamos calificar como ‘hijos de la crisis’. Por ejemplo, a una niña se le podría llamar María de la Recesión, Inflación María o Am Paro (muy propio para mi situación actual). Y a un niño le vendrían bien nombres como Precario o Euribor José. Ibex tampoco estaría mal, aunque este es más bien nombre de perro.

Así que si son ustedes de esos padres que les encanta bautizar a sus hijos con nombres ingeniosos, aquí tienen unas pocas ideas. Para algunos serán unos frikis o unos locos; para otros, unos visionarios.

martes, 7 de junio de 2011

Islandia, ¿ficción o realidad?


Había una vez una isla al norte de Europa llamada Islandia, conocida por tener volcanes de nombres raros que obstaculizaban el tráfico aéreo. Un buen día este país, que gozaba de una excelente bonanza económica hasta 2008, vio como las cosas de la noche a la mañana dejaron de ser de color de rosa. Aquel maravilloso mundo de fantasía y felicidad, construido a base de capitalismo feroz y especulación sin freno, se derrumbó.

Los banqueros quisieron hacer la casa sin cimientos y se les cayó entera. Y ello, cual castillo de naipes, empujó a los diferentes sectores económicos del país a una fuerte crisis: quebraron los tres bancos más importantes, la Bolsa se hundió más de un 70% y el Gobierno pidió ayuda al FMI. Pero entonces, un grupo de irreductibles islandeses salieron a la calle armados con cacerolas y exigieron responsabilidades al Ejecutivo. Dos meses más tarde, el primer ministro islandés, Geeir H. Haarde, dimitió.

El cambio de Gobierno no contentó del todo a los ciudadanos que seguían sumamente indignados y prosiguieron con su revolución pacífica y silenciosa. Los islandeses se negaron a pagar la deuda de su país y forzaron un referéndum en el que el 93% de la población rechazó poner dinero de su bolsillo para hacer frente a esta deuda. Además se detuvieron a banqueros y altos ejecutivos por ser supuestos culpables del desastre financiero y se creó una asamblea constituyente compuesta por 25 ciudadanos sin filiación política para redactar una nueva Carta Magna.

Esto, que tiene bastante pinta de cuento de fantasía –y podría titularse Disneislandia-, ha pasado en realidad. De hecho, ya ha sido llevado a juicio el ex primer ministro islandés, Geeir H. Haarde, acusado de “negligencia grave” por no poner remedio a la crisis. Pero claro, todo esto no interesa a nuestro sistema capitalista y por eso este tipo de noticias apenas tienen hueco en los medios de comunicación. Y como lo que no sale por la tele parece que no existe, no es de extrañar haya gente que piense que esta historia es ficticia y que Islandia sólo tiene volcanes de nombres raros.

jueves, 2 de junio de 2011

El tiempo como una losa

Las semanas transcurren sin estímulos ni alicientes. Condenado a una rutina de la nada, a un estancamiento absoluto, los días pasan lentos, pausados, esperando que llegue la noche para que al día siguiente comience otra jornada marcada por la monotonía y la exasperación. Un círculo vicioso de ansiedad y desconsuelo.

Al pozo del desempleo se puede caer fácilmente, por diversas causas, pero salir de él resulta bastante complicado. Es difícil mirar al horizonte cuando no atisbas ni una pequeña luz a lo lejos. Anclado, varado en medio de la nada, como la barca de un pescador que no se cansa de tender la red una y otra vez y siempre la saca vacía.

Por esto, por todo esto, me pregunto hasta cuándo puede soportarse una situación así. Yo ya llevo aguantando un año y nueve meses, con alguna esporádica y breve incursión laboral de por medio, apenas reseñable. Y esa falta de motivaciones, esa sensación constante de desánimo es la que te aprisiona y corroe por dentro y hace que el tiempo transcurra como una losa, pesada y fría, que te hunde y te aplasta. Una losa llamada paro que en estos tiempos de crisis se convierte en una carga asfixiante.

Fuente: http://elchistedemel.blogspot.com