lunes, 20 de junio de 2011

No me llames iluso por tener ilusión

Fuente: elmundo.es

La fe mueve montañas y la esperanza es lo último que se pierde. Por eso la gente volvió a salir ayer a la calle movida por un mismo y poderoso motor: la ilusión. Ilusión por cambiar las cosas, ilusión por luchar por lo que nos pertenece, ilusión porque la calle no se calle nunca más y nuestras voces, cargadas de razón y de sensatez, se escuchen y sean tenidas en cuenta de una vez por todas. 

Y es esa ilusión de cambio, ese creer que otro mundo es posible, ese hartazgo general el que ha provocado que cientos de miles de personas tomaran este domingo las calles y plazas de toda España para pedir DEMOCRACIA de verdad, con mayúsculas. Una vez ha prendido la mecha, el fuego se está expandiendo cada vez más. Y como rezaba una de las muchas pancartas que vi ayer: “cuando los de abajo se mueven, los de arriba se tambalean”.

Muchos pensarán que todo esto no va a servir de nada, que al final los que mandan van a seguir haciendo lo mismo. Tal vez sea así, pero ¿no es bonito intentar cambiar las cosas? ¿Acaso no merece la pena recordar el día de mañana todas estas semanas de movilizaciones y de lucha? Además, seguro que a más de un político todo esto le está haciendo reflexionar. Y si no es así, estamos peor de lo que creemos.

A mí particularmente me emociona mucho todo esto. Y me entusiasma escuchar a gente anónima dar lecciones de economía y de política, hablando con más coherencia y fundamentos que los que nos manejan. Recuerdo hace unas semanas a un señor de 88 años que quiso firmar la solicitud para el sobreseimiento de los detenidos en la manifestación del 15M. El hombre tenía parkinson pero con mucha paciencia logró estampar un extraño garabato en la hoja de firmas. Y aunque el sistema nervioso no lo tuviera muy bien, la cabeza le funcionaba perfectamente y hacía grandes razonamientos.

Este hombre, llamado Ramón, fue combatiente republicano y luchó por la democracia durante el franquismo. Además creo que dijo que formó parte del primer Ayuntamiento de Madrid. Recuerdo que hizo una reflexión que se me quedó grabada: “Ahora hay democracia, sí. Pero hay democracia para los que siempre la han tenido”. Para mí, sólo por cosas como esta, merece la pena todo lo que estamos haciendo.

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